Vitamina D para compensar la falta de sol
Tras dos meses, o incluso más, encerrados en casa, necesitamos recuperar nuestros niveles de vitaminas, sobre todo de vitamina D. Cuando no estamos en contacto con el sol durante cierto periodo de tiempo, nuestro cuerpo puede sufrir ciertas carencias. El hecho de haber estado confinados no ha hecho más que agravar este déficit. Por ello, ¡es el momento de darle una ayudita a nuestro organismo!
¿Por qué la vitamina D es importante?
La vitamina D es esencial para nuestro organismo, ya que participa en la mineralización de los huesos y los dientes. Dicho de otra manera, impide el raquitismo en los niños, las fracturas de los huesos o incluso la osteoporosis en los adultos. Cuenta con un efecto positivo en nuestro metabolismo y, en realidad, en todo nuestro cuerpo. Además de sus propiedades mecánicas, la vitamina D también lucha contra el estrés, mejora las transmisiones nerviosas y asegura una buena contracción muscular. Además, como todos deberíamos saber, cuenta con un papel muy importante a la hora de reforzar nuestras defensas.
Aunque comúnmente la conocimos como vitamina D, en realidad existen dos tipos diferentes. La vitamina D2 es una vitamina producida por plantas y vegetales como los champiñones o las levaduras. La D3, por su parte, se transmite por los animales como las sardinas o el atún. Nuestro organismo asimila mejor esta última y cuenta con una acción dos veces más importante. Una vez en nuestro cuerpo, los dos tipos se convierten en una sola y misma vitamina: la vitamina D.
¿Dónde encontrar la vitamina D?
Las personas tenemos necesidades muy precisas en cuanto a vitamina D, sobre todo los recién nacidos, las mujeres embarazadas y las personas mayores. Las curas de esta vitamina se han de hacer generalmente en los meses de invierno. Esta vitamina puede tener dos orígenes diferentes, lo que facilita su absorción. La primera fuente de vitamina D son los rayos ultravioletas. En otras palabras, nuestro organismo sintetiza la vitamina D gracias al sol. ¿Lo sabías? Una vez sintetizada, el organismo crea reservas en el hígado, los músculos o incluso en el tejido adiposo para utilizarla durante el invierno. Pero esto no es todo. También podemos encontrarla en nuestra alimentación. Los productos de origen animal y la grasa aportan aproximadamente un 20% de esta vitamina a nuestro metabolismo.
¿Y qué pasa con el sol?
Una exposición regular a nuestra estrella favorita nos garantiza generalmente la dosis necesaria y, sobre todo, una buena reserva de vitamina D para nuestro organismo. ¡Atención! No podemos olvidar que el sol también puede aumentar el riesgo de cáncer de piel si nos exponemos demasiado. Nosotros te recomendamos ser razonable y aprovechar del sol durante tu pausa para comer, por ejemplo, o un poquito el fin de semana en tu terraza o jardín. Y, si decides exponerte al sol, no olvides nunca utilizar una crema solar antes y durante la exposición solar. Es cierto, exponerse al sol ayuda a conseguir la cantidad necesaria de esta vitamina, pero no es tan fácil como parece. De hecho, la duración ideal de la exposición depende de diferentes aspectos como la estación, la hora del día, la altitud e incluso la latitud. Según los especialistas, realizar dos exposiciones a la semana de entre 15 y 30 minutos sería suficiente para conseguir un nivel correcto de vitamina D. Si tienes la piel clara, con 5 o 10 minutos sería suficiente, ya que tu tipo de piel fabrica más vitamina que una piel más oscura, la cual contiene más melanina.
¿Qué alimentos privilegiar?
Para reforzar el efecto del sol y evitar las carencias, también podemos encontrar la vitamina D en nuestros platos. Muchos alimentos son conocidos por contener dicha vitamina. Estos son ideales para las personas que trabajan en interior, para las personas que no quieren o no pueden exponerse al sol o incluso para las personas que viven en zonas con pocas horas de sol al año. Para todas estas personas, estos pescados, aceites y otros alimentos deben convertirse en algo habitual en sus platos, incluso si algunos de ellos no son muy convencionales. El aceite de hígado de bacalao es el alimento número 1 en cuanto a aporte de esta vitamina. Sin embargo, te recomendamos tomarlo en cápsulas o comprimidos, ya que tiene un gusto muy particular. Esta lista también contiene otros alimentos como el arenque, la caballa, las sardinas, el salmón, la trucha, el atún en conserva, el fletán, el queso blanco, el hígado de ternero, la margarina, el chocolate negro, la leche, los huevos y los champiñones. Para las personas vegetarianas, los aportes naturales de esta vitamina pueden llevarse a cabo, ya que pueden consumir leche o huevos. Para las personas veganas, sin embargo, es importante optar por un complemento alimenticio, también conocidos como suplementos.